Cinco meses duró. Acepté la invitación con la ingenuidad que había pérdido hacía ya varios años. Terminé el trabajo, me vestí con lo primero que saqué del closet, corrí al metro. Todo rápido, todo apurado.
¡Tómate tu tiempo, Nano!, decía mi madre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario